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El chicle está prohibido en Singapur: Una medida única y controvertida

Singapur, conocido por su limpieza impecable y orden público, tiene una de las regulaciones más estrictas del mundo: la prohibición del chicle. Desde 1992, la importación y venta de chicle están prohibidas en este próspero país del sudeste asiático. Esta política, que a primera vista puede parecer sorprendente o incluso extrema, ha contribuido significativamente a la imagen de Singapur como una ciudad-estado moderna, ordenada y eficiente. Sin embargo, ¿qué llevó al gobierno a tomar una decisión tan radical? Y, ¿cómo ha evolucionado esta prohibición a lo largo de los años?



El problema del chicle en Singapur


Antes de la prohibición, el chicle era un problema creciente en Singapur. La gente lo pegaba en asientos de autobuses, bajo las mesas y en puertas automáticas, lo que causaba serias molestias. Uno de los mayores desafíos fue el daño que causaba en el sistema de trenes MRT (Mass Rapid Transit), inaugurado en 1987. Los pasajeros pegaban chicle en las puertas automáticas, lo que a menudo las dañaba y provocaba retrasos en el servicio. Esto no solo afectaba la puntualidad del transporte público, sino que también implicaba altos costos de limpieza y reparación para el gobierno.


Singapur, que ya era conocida por su estricta aplicación de las leyes (como las multas por tirar basura o fumar en lugares prohibidos), comenzó a ver en el chicle un verdadero obstáculo para mantener su imagen de ciudad limpia y moderna.


La ley del chicle de 1992


En 1992, el gobierno de Singapur, bajo el liderazgo del primer ministro Lee Kuan Yew, tomó la decisión de prohibir completamente la importación, venta y consumo público de chicle. Esta medida se implementó bajo el Reglamento de Control de Productos del Consumidor, con multas severas para quienes violaran la ley. El propósito era claro: erradicar el problema del chicle pegado en espacios públicos y proteger el costoso sistema de transporte del país.


Cualquier persona atrapada vendiendo chicle podía enfrentar una multa de hasta 100,000 dólares singapurenses (aproximadamente 73,000 USD) y hasta dos años de prisión. Los turistas que trajeran chicle consigo no se enfrentarían a sanciones, pero el consumo en público estaba restringido, y arrojarlo a la vía pública podía resultar en una multa o, en casos graves, incluso en castigos físicos, como el conocido "castigo de latigazos" de Singapur.


La controversia internacional


La prohibición del chicle generó bastante polémica a nivel mundial. Algunos medios internacionales ridiculizaron la medida, considerándola un exceso del gobierno en el control de la vida cotidiana de los ciudadanos. Singapur ya era famoso por sus estrictas leyes sobre el orden público, como la prohibición de fumar en espacios públicos o las multas por tirar basura, pero la prohibición del chicle fue vista como un paso más allá.


Además, esta ley impactó las relaciones comerciales de Singapur. En particular, Estados Unidos, uno de sus principales socios comerciales, intervino en varias ocasiones para tratar de suavizar la regulación, dado que varias empresas estadounidenses producían y exportaban chicle. Uno de los momentos más emblemáticos fue durante las negociaciones del Tratado de Libre Comercio entre Singapur y Estados Unidos en 2003, cuando las discusiones sobre el chicle volvieron a estar en el centro de atención.


La relajación de la ley: Chicle medicinal


A pesar de la firme postura inicial del gobierno, la presión internacional, particularmente de los fabricantes de chicle, llevó a una modificación en la prohibición. En 2004, Singapur introdujo una excepción para el chicle medicinal o terapéutico. Esto incluyó chicles como los de nicotina, que ayudan a las personas a dejar de fumar, y otros productos con beneficios médicos comprobados, como los chicles sin azúcar que pueden mejorar la higiene dental.


La venta de estos tipos de chicle fue permitida, pero bajo estrictas condiciones. Solo se podían adquirir en farmacias y bajo supervisión, lo que significa que los compradores debían proporcionar su identificación personal. Esto marcó un pequeño alivio en la rigidez de la ley, pero la venta y consumo general de chicle común seguían estando prohibidos.


¿Por qué sigue siendo relevante?


La prohibición del chicle en Singapur sigue siendo uno de los ejemplos más icónicos del enfoque del país hacia el orden público. Mientras que algunas personas pueden verlo como un control excesivo, los defensores de la ley argumentan que ha tenido un impacto significativo y positivo en la limpieza y eficiencia de la ciudad.


Desde que se implementó la prohibición, el gobierno ha informado de una reducción drástica en los costos de limpieza relacionados con el chicle y una mejora en la operación de su sistema de transporte. Para Singapur, una ciudad que se enorgullece de su organización y orden, la prohibición ha demostrado ser una herramienta eficaz para mantener su reputación.


Conclusión


La prohibición del chicle en Singapur es un recordatorio del enfoque único y riguroso del país en la creación de una sociedad ordenada. Lo que para muchos puede parecer una medida trivial o extrema, en el contexto de Singapur ha sido una política exitosa en la lucha por mantener el orden y la limpieza en una ciudad-estado densamente poblada.


A pesar de las críticas, la ley sigue vigente en gran medida, y cualquier modificación futura dependerá de las necesidades y prioridades que el gobierno de Singapur considere esenciales para mantener su estatus de ciudad limpia y eficiente. En el fondo, la historia del chicle en Singapur es una reflexión sobre cómo las pequeñas decisiones de políticas públicas pueden tener grandes impactos en la vida diaria de una nación.

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