En la época victoriana, una era caracterizada por sus estrictas normas sociales y la necesidad de mantener las emociones en privado, surgió una forma ingeniosa y poética de comunicación: el lenguaje de las flores. En un mundo donde las expresiones de afecto y deseo estaban restringidas por la etiqueta y las convenciones sociales, las flores se convirtieron en un medio sutil pero poderoso para transmitir sentimientos profundos y pensamientos ocultos. Esta fascinante costumbre no solo decoró los jardines y los salones de la época, sino que también permitió a las personas comunicarse de manera secreta y artística.

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